LA AUTOPISTA DEL MAR


El empresario Rafael Navia asegura que «no tira la toalla» y que su objetivo se centra ahora en encontrar un socio naviero que admita financiar la línea


De mal en peor. Si desde que LDLines suspendió el servicio de autopista del mar entre Gijón y Saint Nazaire, vía de salida de las mercancías leonesas, ya en septiembre de 2014, solo un empresario mostró interés en reanudar el servicio, si conseguía alguna ayuda y apoyo financiero, ayer la cosa volvió a complicarse, al vencer el plazo concedido por la Unión Europea para acreditar el progreso de la iniciativa sin resultado positivo, cosa que obliga a devolver las ayudas recibidas.

Rafael Riva, propietario de Transportes Riva, aseguró este martes que no tira la toalla, pero a la vez reconoce que no puede poner en marcha la línea y que solo le quedan dos cartuchos por quemar: encontrar un socio con el que compartir el proyecto, esta vez sin ayuda alguna, o conseguir una especie de ‘leasing’ que le permita pagar el barco a plazos.

La espera no será grande, advirtió Riva, porque, aunque dijo que piensa en un posible socio concreto, del sector naviero y con capacidad suficiente para afrontar en solitario el proyecto, en una o dos semanas tiene que producirse la solución definitiva. En ese sentido, es difícil imaginar que alguien dé el paso precisamente cuando una exigua ayuda europea que podría haber sido aprovechada queda sin efecto.

Hay que tener en cuenta, también, que el propio Rafael Riva indicó que el hipotético interés de un naviero con mayor capacidad financiera podría «dejarme a mí aparcado», pues considera que el singular concurso de declaración de interés que en su día convocó Puertos del Estado no supone ningún derecho a su favor, que obligue a un tercero a contar con él si quiere reanudar esa línea.

El caso es que la autopista del mar Gijón-Saint Nazaire se atasca de nuevo al fracasar el proyecto financiero que había diseñado Riva, y que si alguna posibilidad queda todavía correspondería a una iniciativa absolutamente distinta.

Distinta, se entiende, en lo financiero, pues lo que no cambiaría ni probablemente cambiará en bastante tiempo es el mercado y el destino, dentro del eje multimodal Madrid-París. La pizarra del Bierzo, los vehículos nuevos de Valladolid y Ávila, así como los transportistas portugueses, básicamente, siguen constituyendo una demanda potencial que deja hueco a la esperanza.

La decisión, en Corea

El último rechazo al proyecto de Rafael Riva llegó desde Corea. El empresario gijonés, tras presentar su proyecto en Ayuntamiento, comunidad autónoma, Puertos del Estado y Comisión Europea, con el resultado final de una ayuda inferior a los 500.000 euros procedente de Bruselas, intentó modificar sobre la marcha su objetivo de comprar el barco, al no poder financiarlo, por un pago aplazado al armador, con pagos de la cantidad pactada durante los próximos cinco años. La respuesta definitiva la recibió, según dijo, a las seis de la mañana, hora oficial española, y fue negativa. «Yo entiendo que el propietario quiere vender. No le interesa tener un barco en el otro extremo del mundo pendiente de pago», dijo ayer Riva. El caso es que, a efectos prácticos, el futuro de la autopista del mar de Gijón se decidió en Asia.

Sobre las causas del fracaso o, si se prefiere, los culpables, Riva se mostró ayer duro con las formas y poco comprensivo con el fondo.

Dijo que «el Principado ni siquiera me ha contestado. Me enteré de su rechazo por el periódico». En cuanto al fondo, aseguró que «solo el Puerto y el consignatario se volcaron. De las autoridades: Principado, Idepa, Ayuntamiento, no recibí nada de nadie. Cartas de adhesión, las que queráis.

Tengo muchos apoyos de transportistas, hoteleros y hosteleros, que me dicen que notaron el efecto positivo de la autopista del mar mientras estuvo funcionando, especialmente en verano, pero no son ellos quienes tenían que apoyar el proyecto. Por lo demás, fue como la pescadilla que se muerde la cola. El banco me decía que entraba si entraba el Idepa, y el Idepa que entraba si entraba el banco, pero nadie me dio nada por escrito».

Aunque se negó a dar el proyecto por perdido, Riva se mostró ayer cansado tras dos años de preparativos, estudios, viajes y reuniones. Tal vez por eso aportó un dato sorprendente al estimar en «de uno para arriba» los millones de euros gastados hasta ahora en el proyecto.